Joder con la vida, qué difícil es de entender. Es
curioso el que siempre estemos haciendo metáforas para, aún ocultándola,
intentar acercarnos a la verdad de las cosas. Yo tiendo a identificar lo que pasa con edificios, tal
vez por mi trabajo o tal vez por todas esas horas de insomnio que he pasado viendo
la telebasura americana a lo “let’s get this house dynamited”.
¿Queréis mi metáfora? Las personas somos casas. Las hay
grandes y las hay chiquititas. Nos mantenemos erguidos y soportamos las
remodelaciones que nos hacen y los intentos de derribo. Aguantamos el duro
clima y los fuertes temblores.
Hay casas muy grandes e imponentes. Parece que durarán para
siempre, pase lo que pase. No importan las grúas que se les acerquen y los
intentos de demolición. Pero es mentira, ¿sabéis? todas tienen un pilar maestro
que alguien, finalmente, encuentra y derrumba. Y booooom: dynamited, de pronto
quieres entrar y te das cuenta de que ya no tienes hogar.
Otras van acumulando golpes aquí y derribos allá y poco a
poco ves cómo comienzan a salir humedades, y quedan feas, grises, olvidadas. El
cúmulo de pequeños desastres acaba con ellas, y al final, también se derrumban.
Yo aún no me atrevo a deciros qué tipo de casa soy, y mucho
menos a afirmar que estoy derruida, porque sé que aún tengo muchas cosas que
quiero y necesito hacer. Necesito un rediseño, una buena mano de pintura, claro, tal
vez un patio interior que me diera luz y ventilación estaría bien... mis
pilares siguen aquí, aún no me he derrumbado, pero estoy vacía. Soy una casa abandonada. No hay
niños jugando por mis pasillos, ni una abuela cocinando, ni… ¡ay!... ni una
pareja follando apasionadamente en el dormitorio.
No hay nada.
La vida no vivida de Maríán
Me ha gustado esta entrada, incluso podría decir que me ha llegado...
ResponderEliminar¡¡me alegro!! :)
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