¿Sabéis esa especie de juego masoquista en el que tus amigos
tienen que decir lo que les gusta y no de ti?
Yo jugué hace tiempo y curiosamente lo que gustaba y no
gustaba era lo mismo, es decir, que mis defectos eran, al mismo tiempo, mis
puntos fuertes. Porque era impulsiva, porque decía las cosas como me daba la
gana, sinceridad arrolladora creo que dijo uno. “Estás loca, muy loca”.
Tenían razón, creo. Me recuerdo a mi misma como una loca
que actuaba, y ya si eso luego pensaba. Y dado el caso, cogía esos
pensamientos, abría la ventana, los sacudía, hacía un chiste malo, gritaba
pene, y seguía actuando.
Pero últimamente no. Tengo la sensación de que en cada noche de
insomnio me han robado las ganas de hacer por hacer y querer por querer. Y en
su lugar me han traído cajitas de miedos y dudas que ya no sé donde guardar
porque me he desordenado mucho y no tengo sitio. Mi problema es que tampoco tengo ganas de
limpiar así que dejo que se apelotonen entre ellas y de la presión creo que se
están rompiendo dejando salir esa porquería.
Escribo y borro. Porque no sé a dónde van las cosas que no
digo, pero tampoco sé qué hacéis con las que os he dicho.
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