"Para cuando la razón es capaz de entender lo sucedido, las heridas en el corazón ya son demasiado profundas."
"Alguien dijo una vez que en el momento en que te paras a pensar si quieres a alguien, ya has dejado de quererle para siempre."
- No sé qué me ha pasado. No te ofendas, pero a veces una se siente más libre de hablarle a un extraño que a la gente que conoce. ¿Por qué será?
Me encogí de hombros.
- Probablemente porque un extraño nos ve como somos, no como quiere creer que somos.
Carlos Ruiz Zafón - La sombra del viento
Esto... ¿esto qué es?
¡Hola personajillo del inframundo!
Esto es un blog. (Sí, lo suponías). Bienvenido. ¿Que hay aquí? Tonterias. Muchas. O munchas, como dice mi abuela. No prometo demasiado, pero si quieres leer reseñas y citas sobre libros, ver fotos y sinsentidos, es tu sitio, así que puedes quedarte.
Esto es un blog. (Sí, lo suponías). Bienvenido. ¿Que hay aquí? Tonterias. Muchas. O munchas, como dice mi abuela. No prometo demasiado, pero si quieres leer reseñas y citas sobre libros, ver fotos y sinsentidos, es tu sitio, así que puedes quedarte.
10.30.2012
10.29.2012
Filosofía barata
-La principal diferencia entre un hombre y una mujer es que un hombre
siempre antepone su estómago a su corazón. Una mujer siempre hace lo
contrario.
-La verdadera diferencia es que, mientras los hombres
tienen el estómago mucho mayor que el cerebro y el corazón, el corazón de las mujeres es tan pequeño que siempre se les escapa por la boca.
-Filosofía barata- sentenció Sheere
-La barata, querdia Sheere- declaró Ben- es la única filosofía que vale algo.
El Palacio de la Medianoche - Carlos Ruiz Zafón
-La verdadera diferencia es que, mientras los hombres
tienen el estómago mucho mayor que el cerebro y el corazón, el corazón de las mujeres es tan pequeño que siempre se les escapa por la boca.
-Filosofía barata- sentenció Sheere
-La barata, querdia Sheere- declaró Ben- es la única filosofía que vale algo.
El Palacio de la Medianoche - Carlos Ruiz Zafón
10.28.2012
Odio y amor
Hubo un tiempo en mi vida en que creí que nada tenía mas fuerza que el amor. Y es cierto que la tiene, pero su fuerza es minúscula y palidece frente al fuego del odio.
El Palacio de la Media Noche, Carlos Ruiz Zafón
El Palacio de la Media Noche, Carlos Ruiz Zafón
10.27.2012
¿Y por qué siempre buscáis que otros os respondan vuestras preguntas?
[El caballero] recordó algo que Merlín le había dicho nada más llegar.
- Una vez dijisteis que me había puesto esta armadura porque tenía miedo.
- ¿No es eso verdad? - respondió Merlín.
- No, la llevaba para protegerme cuando iba a la batalla
- Y temíais que os hirieran de gravedad o que os mataran - añadió Merlín.
- ¿Acaso no lo teme todo el mundo?
Merlín negó con la cabeza.
- ¿Y quién os dijo que teníais que ir a la batalla?
- Tenía que demostrar que era un caballero bueno, generoso y amoroso.
- Si realmente erais bueno, generoso y amoroso, ¿por qué teníais que demostrarlo?
[...]
¿Era posible que no fuese bueno, generoso y amoroso? [El caballero] decidió preguntárselo a Merlín.
- ¿Qué pensáis vos? - replicó Merlín
-¿Por qué siempre respondéis a una pregunta con otra pregunta?
- ¿Y por qué siempre buscáis que otros os respondan vuestras preguntas?
[...]
¿Qué pensaba en realidad?
- ¿Podría ser - dijo en voz alta a nadie en particular - que yo no fuera bueno, generoso y amoroso?
- Podría ser - dijo una vocecita-. si no, ¿por qué estáis sentado sobre mi cola?
- ¿Eh? - el caballero miró hacia abajo y vio a una pequeña ardilla sentada a su lado. Es decir, a casi toda la ardilla. Su cola estaba escondida.
- ¡Oh, perdona! - dijo el caballero, moviendo rápidamente la pierna para que la ardilla pudiera recuperar su cola-. Espero no haberte hecho daño. No veo muy bien con esta visera en mi camino.
- No lo dudo - replicó la ardilla sin ningún resentimiento en la voz-. Por eso siempre estáis pidiendo disculpas a la gente por haberles hecho daño.
[...]
Emocionado ante la idea de ver el castillo, el caballero apuró el paso. [...] Había esperado una estructura más elegante. En lugar de eso, el Castillo del Silencio parecía uno más.
Rebeca rió y dijo:
- Cuando aprendáis a aceptar en lugar de esperar, tendréis menos decepciones.
[...]
- Todo el mundo entiende las cruzadas - dijo el rey- pero muy pocos comprenden la Verdad.
- sí - asintió el caballero-. Yo mismo no estaría en este Sendero si no estuviera atrapado en esta armadura.
- la mayoría de la gente está atrapada en su armadura - declaró el rey.
- ¿Qué queréis decir?- preguntó el caballero.
- Ponemos barreas para protegernos de quienes creemos que somos. Luego un día quedamos atrapados tras las barreras y ya no podemos salir.
[...]
- Me pregunto por qué las habitaciones son cada vez más pequeñas - dijo en voz alta.
Una voz replicó:
- Porque os estáis acercando a vos mismo.
Sobresaltado, el caballero miró a su alrededor. Estaba solo, o eso había creído. ¿Quién había hablado?
- Tú has hablado - dijo la voz como respuesta a su pensamiento.
La voz parecía venir de dentro de sí mismo. ¿Era eso posible? [...]
- Ahora óyeme tú a mí - dijo el caballero- He vivido durante todos estos años sin oír ni una palabra sobre ti. Ahora que oigo, lo primero que me dices es que tú eres mi verdadero yo. ¿Por qué no me habías hablado antes?
-He estado aquí durante años - replicó la voz-, pero ésta es la primera vez que estás lo suficientemente silencioso como para oírme.
[...]
Merlín no dejaba de sorprender al caballero.
-¿Cómo sabíais lo que quería preguntaros?
- Como me conozco, puedo conoceros. Somos todos parte el uno del otro.
El caballero pensó un momento
- Estoy empezando a entender. ¿He podido comprender el dolor de Julieta porque soy parte de ella?
- Sí- respondió Merlín-. Por eso pudisteis llorar por ella y por vos mismo. Fue la primera vez que derramasteis lágrimas por otra persona.
[...]
Animado, el caballero se puso de pie, listo para continuar. Le agradeció a Merlín por haber aparecido incluso sin haber sido llamado.
- Está bien - dijo el mago-. Uno no siempre sabe cuándo pedir ayuda.
[...]
- A los seres humanos se les dio dos pies para que no tuvieran que permanecer en un mismo lugar, pero si se quedaran quietos más a menudo para poder aceptar y apreciar, en lugar de ir de aquí para allá intentado apoderarse de todo lo que pueden, entendería verdaderamente lo que es la ambición del corazón.
[...]
-¿Cómo te soportas si no tienes la voluntad y la osadía de poner a prueba el conocimiento que tienes de ti mismo?
El Caballero de la armadura oxidada. Robert Fisher
- Una vez dijisteis que me había puesto esta armadura porque tenía miedo.
- ¿No es eso verdad? - respondió Merlín.
- No, la llevaba para protegerme cuando iba a la batalla
- Y temíais que os hirieran de gravedad o que os mataran - añadió Merlín.
- ¿Acaso no lo teme todo el mundo?
Merlín negó con la cabeza.
- ¿Y quién os dijo que teníais que ir a la batalla?
- Tenía que demostrar que era un caballero bueno, generoso y amoroso.
- Si realmente erais bueno, generoso y amoroso, ¿por qué teníais que demostrarlo?
[...]
¿Era posible que no fuese bueno, generoso y amoroso? [El caballero] decidió preguntárselo a Merlín.
- ¿Qué pensáis vos? - replicó Merlín
-¿Por qué siempre respondéis a una pregunta con otra pregunta?
- ¿Y por qué siempre buscáis que otros os respondan vuestras preguntas?
[...]
¿Qué pensaba en realidad?
- ¿Podría ser - dijo en voz alta a nadie en particular - que yo no fuera bueno, generoso y amoroso?
- Podría ser - dijo una vocecita-. si no, ¿por qué estáis sentado sobre mi cola?
- ¿Eh? - el caballero miró hacia abajo y vio a una pequeña ardilla sentada a su lado. Es decir, a casi toda la ardilla. Su cola estaba escondida.
- ¡Oh, perdona! - dijo el caballero, moviendo rápidamente la pierna para que la ardilla pudiera recuperar su cola-. Espero no haberte hecho daño. No veo muy bien con esta visera en mi camino.
- No lo dudo - replicó la ardilla sin ningún resentimiento en la voz-. Por eso siempre estáis pidiendo disculpas a la gente por haberles hecho daño.
[...]
Emocionado ante la idea de ver el castillo, el caballero apuró el paso. [...] Había esperado una estructura más elegante. En lugar de eso, el Castillo del Silencio parecía uno más.
Rebeca rió y dijo:
- Cuando aprendáis a aceptar en lugar de esperar, tendréis menos decepciones.
[...]
- Todo el mundo entiende las cruzadas - dijo el rey- pero muy pocos comprenden la Verdad.
- sí - asintió el caballero-. Yo mismo no estaría en este Sendero si no estuviera atrapado en esta armadura.
- la mayoría de la gente está atrapada en su armadura - declaró el rey.
- ¿Qué queréis decir?- preguntó el caballero.
- Ponemos barreas para protegernos de quienes creemos que somos. Luego un día quedamos atrapados tras las barreras y ya no podemos salir.
[...]
- Me pregunto por qué las habitaciones son cada vez más pequeñas - dijo en voz alta.
Una voz replicó:
- Porque os estáis acercando a vos mismo.
Sobresaltado, el caballero miró a su alrededor. Estaba solo, o eso había creído. ¿Quién había hablado?
- Tú has hablado - dijo la voz como respuesta a su pensamiento.
La voz parecía venir de dentro de sí mismo. ¿Era eso posible? [...]
- Ahora óyeme tú a mí - dijo el caballero- He vivido durante todos estos años sin oír ni una palabra sobre ti. Ahora que oigo, lo primero que me dices es que tú eres mi verdadero yo. ¿Por qué no me habías hablado antes?
-He estado aquí durante años - replicó la voz-, pero ésta es la primera vez que estás lo suficientemente silencioso como para oírme.
[...]
Merlín no dejaba de sorprender al caballero.
-¿Cómo sabíais lo que quería preguntaros?
- Como me conozco, puedo conoceros. Somos todos parte el uno del otro.
El caballero pensó un momento
- Estoy empezando a entender. ¿He podido comprender el dolor de Julieta porque soy parte de ella?
- Sí- respondió Merlín-. Por eso pudisteis llorar por ella y por vos mismo. Fue la primera vez que derramasteis lágrimas por otra persona.
[...]
Animado, el caballero se puso de pie, listo para continuar. Le agradeció a Merlín por haber aparecido incluso sin haber sido llamado.
- Está bien - dijo el mago-. Uno no siempre sabe cuándo pedir ayuda.
[...]
- A los seres humanos se les dio dos pies para que no tuvieran que permanecer en un mismo lugar, pero si se quedaran quietos más a menudo para poder aceptar y apreciar, en lugar de ir de aquí para allá intentado apoderarse de todo lo que pueden, entendería verdaderamente lo que es la ambición del corazón.
[...]
-¿Cómo te soportas si no tienes la voluntad y la osadía de poner a prueba el conocimiento que tienes de ti mismo?
El Caballero de la armadura oxidada. Robert Fisher
10.26.2012
HARTO DE POESÍA
Poético es
morir a los 22,
comer solo, hablar solo, soñar solo.
Poético es ponerse la tristeza
todas las mañanas
como me pongo los pantalones,
sentirme sediento de ti
y beber sorbo a sorbo tu foto más reciente
- la de York.
Poético también es fingirse vivo por carta,
buscarme en agujeros nuevos del cinturón,
ver por la ventana la marcha de los viernes.
Poético es leer el Tirant,
pactar con el tiempo para ser Caballero Inmóvil,
cortarme la barba cuando lo Blanc
se muere de un resfriado.
Muy poético es que me llueva
para llamarte por teléfono
y que nunca estés.
Pero nada es más poético que oír
a silencio llorar ahora
en mi pecho
y con el filtro del artista
reproducir su dolor en este poema
secreto.
comer solo, hablar solo, soñar solo.
Poético es ponerse la tristeza
todas las mañanas
como me pongo los pantalones,
sentirme sediento de ti
y beber sorbo a sorbo tu foto más reciente
- la de York.
Poético también es fingirse vivo por carta,
buscarme en agujeros nuevos del cinturón,
ver por la ventana la marcha de los viernes.
Poético es leer el Tirant,
pactar con el tiempo para ser Caballero Inmóvil,
cortarme la barba cuando lo Blanc
se muere de un resfriado.
Muy poético es que me llueva
para llamarte por teléfono
y que nunca estés.
Pero nada es más poético que oír
a silencio llorar ahora
en mi pecho
y con el filtro del artista
reproducir su dolor en este poema
secreto.
Lara Cantizani
BEATUS ILLE
Si durante mi ausencia
deshojaras pétalos en flor
para ver si te quiero,
si el sol jugara al escondite
detrás de tu sombra
a la sombra tendido,
de yedra y lauro eterno coronado;
si te susurrara un pajarillo azul
el cielo,
y si las renacientes hierbas
se mecieran indecisas
como esquivas olas verdes,
estarías en el campo lírico de Fray Luis
o en la ladera apartada
de la montaña feliz del Probe Miguel
y no en clase de Usos y Variedades
del Inglés II.
Lara Cantizani
deshojaras pétalos en flor
para ver si te quiero,
si el sol jugara al escondite
detrás de tu sombra
a la sombra tendido,
de yedra y lauro eterno coronado;
si te susurrara un pajarillo azul
el cielo,
y si las renacientes hierbas
se mecieran indecisas
como esquivas olas verdes,
estarías en el campo lírico de Fray Luis
o en la ladera apartada
de la montaña feliz del Probe Miguel
y no en clase de Usos y Variedades
del Inglés II.
Lara Cantizani
10.25.2012
A orillas del río Piedra me senté y lloré.
«Ningún día es igual a otro, cada mañana tiene su milagro especial, su momento mágico, en el que se destruyen viejos universos y se crean nuevas estrellas»
«Un momento mágico es aquel en el que un sí o un no puede cambiar toda nuestra existencia.»
«No es necesario hablar del amor, porque el amor tiene su propia voz y habla por sí mismo.»
«El amor no hace muchas preguntas, porque si comenzamos a pensar empezamos a tener miedo. Es un miedo inexplicable. Por eso no se pregunta: se actúa. Se corren los riegos»
«Quizá el amor nos hace envejecer antes de tiempo, y nos vuelve jóvenes cuando pasa la juventud»
«El que es sabio, sólo es sabio porque ama. El que es loco, sólo es loco porque piensa que puede entender el amor».
«En el amor no existen reglas. Podemos intentar guiarnos por un manual, controlar el corazón, tener una estrategia de comportamiento... Pero todo eso es una tontería. Quien decide es el corazón, y lo que él dice es lo que vale»
«Durante años había luchado contra mi corazón, porque tenía miedo a la tristeza, al sufrimiento, al abandono. Siempre había sabido que el verdadero amor estaba por encima de todo eso, y que era mejor morir que dejar de amar»
«Es necesario buscar el amor donde esté, aunque eso signifique horas, días, semanas de decepción y tristeza»
«El amor se descubre mediante la práctica de amar»
«En el momento en que salimos en busca del amor, el amro tambien sale a nuestro encuentro. Y nos salva»
«El amor es siempre nuevo. No importa que amemos una, dos, o diez veces en la vida: siempre estamos ante una situación que no conocemos. El amor puede llevarnos al infierno o al paraíso, pero siempre nos lleva a algún sitio. Es necesario aceptarlo, pues es el alimento de nuestra existencia»
«Los sentimientos deben estar siempre en libertad. No se debe juzgar el amor futuro por el sufrimiento pasado»
«Tienes que estar entero en el lugar que escojas. Un reino dividido no resiste las embestidas del adversario»
A ORILLAS DEL RÍO PIEDRA ME SENTÉ Y LLORÉ: PAULO COELHO
10.24.2012
Who said the what??
Haría una bonita introducción pero no tengo ganas así que, lean: el otro día estaba yo leyendo el periódico cuando me topé con un artículo de Pérez Reverte bastante interesante en el que se hablaba de esas personillas que se dedican a inventarse cosas en internet, y en atribuir... qué te digo yo, poemas, libros o lo que les salga de las napias a gente inocente, como había sido en varias ocasiones su caso. Supongo que más de uno habrá leido ese evento cutre que pasaban por tuenti acerca de las mujeres y su belleza, que estaba firmado por "Arturo Pérez Reverte". Cualquiera que hubiese leído algo de este señor podría darse cuenta del engaño, pero en fin, "hay tanto idiota ahí fuera".
Hay una cosa muy curiosa: ¿nunca os ha pasado que, por ejemplo, aprendéis una palabra nueva en inglés y justo esa tarde, o al día siguiente, la oís en una canción o la veis donde sea?
Pues justo ayer me encontré con un poemilla, gracioso y bonico y todo eso, firmado por William Shakespeare; pero... como que me chirrió un poco ¿Shakespeare? ¿eso? Hummm, permíteme que lo dude. Busqué un poquito y al parecer algún notas lo encontró y por aquello del autoritas le dió por poner que era de Chispir. Pero tan amigos ¿eh?
Me ha parecido entender que el poema no es más que la traducción de un poema turco, pero yo qué sé, que cada uno haga su research, que aquí no vamos de serio. Os lo presento:
You say you love rain,
but you open your umbrella when it rains.
You say you love the sun,
but you find a shadow spot when the sun shines.
You say that you love the wind,
But you close your windows when wind blows.
This is why I am afraid;
You say you love me too...
"Julio César"
10.22.2012
El misterio de los raíles de tren.
–Hoy he estado en una estación de tren, y he descubierto que la
distancia que separa los raíles es de 143,5 centímetros o 4 pies y 8,5
pulgadas. ¿Por qué esta medida tan absurda? Le pedí a mi novia que
descubriera la razón, y he aquí el resultado:
Porque, al principio, cuando construyeron los primeros vagones de tren, usaron las mismas herramientas que se utilizaban para la construcción de carruajes.
¿Por qué los carruajes tenían esa distancia entre las ruedas? Porque las antiguas carreteras se hicieron con esa medida, ya que sólo así podían circular los carruajes.
¿Quién decidió que las carreteras debían hacerse con esa medida? Y he aquí que, de repente, llegamos a un pasado muy distante: los romanos, primeros grandes constructores de carreteras, lo decidieron.
¿Por qué razón? Los carros de guerra eran conducidos por caballos, y al ponerlos uno al lado del otro, los animales de la raza que usaban en aquella época ocupaban 143,5 centímetros.
De esta manera, la distancia entre los raíles que he visto hoy, usados por nuestro modernísimo tren de alta velocidad, fue determinada por los romanos. Cuando los emigrantes fueron a Estados Unidos a construir ferrocarriles, no se preguntaron si sería mejor cambiar el ancho, y siguieron con el mismo patrón. Esto llegó a afectar incluso a la construcción de los transbordadores espaciales: los ingenieros norteamericanos creían que los tanques de combustible debían ser más grandes, pero eran fabricados en Utah, había que transportarlos en tren hasta el Centro Espacial de Florida y no cabían en los túneles. Conclusión: tuvieron que resignarse a lo que los romanos habían decidido como medida ideal.
¿Y qué tiene eso que ver con el matrimonio?
–Tiene mucho que ver con el matrimonio y con las dos historias que acabamos de escuchar. En un momento dado de la historia, apareció alguien y dijo: cuando nos casamos, las dos personas deben permanecer congeladas el resto de su vida. Caminaréis el uno al lado del otro como dos raíles, obedeciendo ese exacto patrón. Aunque algunas veces uno de los dos necesite estar un poco más lejos o un poco más cerca, eso va contra las reglas. Las reglas dicen: sed sensatos, pensad en el futuro, en los hijos. Ya no podéis cambiar, debéis ser como los raíles: la distancia entre ellos es la misma en la estación de partida, en medio del camino o en la estación de destino. No dejéis que el amor cambie, ni que crezca al principio, ni que disminuya en el medio; es arriesgadísimo.
Así pues, pasado el entusiasmo de los primeros años, mantened la misma distancia, la misma solidez, la misma funcionalidad. Servís para que el tren de la supervivencia de la especie siga hacia el futuro: vuestros hijos sólo serán felices si permanecéis como siempre habéis estado: a 143,5 centímetros de distancia el uno del otro. Si no estáis contentos con algo que nunca cambia, pensad en ellos, en los niños que habéis traído a este mundo.
Pensad en los vecinos. Demostrad que sois felices, que hacéis barbacoa los domingos, que veis la televisión, que ayudáis a la comunidad. Pensad en la sociedad: vestios de modo que todos sepan que entre vosotros no hay conflictos. No miréis a los lados, alguien puede estar viéndoos, y eso es una tentación, puede significar divorcio, crisis, depresión...
Sonreíd en las fotos. Poned fotografías en la sala para que todos las vean. Cortad la hierba, haced deporte, para poder permanecer congelados en el tiempo. Cuando el deporte ya no mejore vuestro aspecto, haceos la cirugía plástica.
Pero no lo olvidéis nunca: estas reglas se establecieron en algún momento y tenéis que respetarlas. ¿Quién estableció las reglas? Eso no tiene importancia, no os hagáis jamás ese tipo de preguntas, porque serán válidas siempre, aunque no estéis de acuerdo con ellas.
El Zahir - Paulo Coelho
Porque, al principio, cuando construyeron los primeros vagones de tren, usaron las mismas herramientas que se utilizaban para la construcción de carruajes.
¿Por qué los carruajes tenían esa distancia entre las ruedas? Porque las antiguas carreteras se hicieron con esa medida, ya que sólo así podían circular los carruajes.
¿Quién decidió que las carreteras debían hacerse con esa medida? Y he aquí que, de repente, llegamos a un pasado muy distante: los romanos, primeros grandes constructores de carreteras, lo decidieron.
¿Por qué razón? Los carros de guerra eran conducidos por caballos, y al ponerlos uno al lado del otro, los animales de la raza que usaban en aquella época ocupaban 143,5 centímetros.
De esta manera, la distancia entre los raíles que he visto hoy, usados por nuestro modernísimo tren de alta velocidad, fue determinada por los romanos. Cuando los emigrantes fueron a Estados Unidos a construir ferrocarriles, no se preguntaron si sería mejor cambiar el ancho, y siguieron con el mismo patrón. Esto llegó a afectar incluso a la construcción de los transbordadores espaciales: los ingenieros norteamericanos creían que los tanques de combustible debían ser más grandes, pero eran fabricados en Utah, había que transportarlos en tren hasta el Centro Espacial de Florida y no cabían en los túneles. Conclusión: tuvieron que resignarse a lo que los romanos habían decidido como medida ideal.
¿Y qué tiene eso que ver con el matrimonio?
–Tiene mucho que ver con el matrimonio y con las dos historias que acabamos de escuchar. En un momento dado de la historia, apareció alguien y dijo: cuando nos casamos, las dos personas deben permanecer congeladas el resto de su vida. Caminaréis el uno al lado del otro como dos raíles, obedeciendo ese exacto patrón. Aunque algunas veces uno de los dos necesite estar un poco más lejos o un poco más cerca, eso va contra las reglas. Las reglas dicen: sed sensatos, pensad en el futuro, en los hijos. Ya no podéis cambiar, debéis ser como los raíles: la distancia entre ellos es la misma en la estación de partida, en medio del camino o en la estación de destino. No dejéis que el amor cambie, ni que crezca al principio, ni que disminuya en el medio; es arriesgadísimo.
Así pues, pasado el entusiasmo de los primeros años, mantened la misma distancia, la misma solidez, la misma funcionalidad. Servís para que el tren de la supervivencia de la especie siga hacia el futuro: vuestros hijos sólo serán felices si permanecéis como siempre habéis estado: a 143,5 centímetros de distancia el uno del otro. Si no estáis contentos con algo que nunca cambia, pensad en ellos, en los niños que habéis traído a este mundo.
Pensad en los vecinos. Demostrad que sois felices, que hacéis barbacoa los domingos, que veis la televisión, que ayudáis a la comunidad. Pensad en la sociedad: vestios de modo que todos sepan que entre vosotros no hay conflictos. No miréis a los lados, alguien puede estar viéndoos, y eso es una tentación, puede significar divorcio, crisis, depresión...
Sonreíd en las fotos. Poned fotografías en la sala para que todos las vean. Cortad la hierba, haced deporte, para poder permanecer congelados en el tiempo. Cuando el deporte ya no mejore vuestro aspecto, haceos la cirugía plástica.
Pero no lo olvidéis nunca: estas reglas se establecieron en algún momento y tenéis que respetarlas. ¿Quién estableció las reglas? Eso no tiene importancia, no os hagáis jamás ese tipo de preguntas, porque serán válidas siempre, aunque no estéis de acuerdo con ellas.
El Zahir - Paulo Coelho
10.21.2012
Matar Dragones.
Hablan todo el rato de la igualdad, pero a mí bastantes veces me
gustaría ser tío, y al revés no pasa tanto. No lo digo por el sexo. Yo
querría ser tío no para enrollarme con tías. Eso puedo hacerlo ya. Si lo
piensas, es hasta increible que haya que hacer leyes, es alucinante que
en otras épocas no nos dejaran estudiar o ser ingenieras. Pero es que
hay historias que no están en las leyes, no sé cómo decirlo: me refiero a
lo que te pides, ¿sabes? Los tíos se pidieron cosas como consolar o
defender y luego se quedaron con esas cosas. ¿Por qué no puede
pedírselas cualquier persona, sea lo que sea, según su ánimo o según lo
que le haya pasado?
Muchos días prefiero consolar y no que me consuelen, defender y no que me defiendan. Prefiero salir en vez de quedarme esperando a que vuelva alguien. Y aunque ya no siempre sea así, no sé, es que los chicos se han pasado la vida viéndose en todas partes como los que llevan el barco. He oído a pocos que digan: me encantaría quedarme aquí y que vinieran a salvarme.
No se trata de ser valiente. A lo mejor es incluso al revés. Porque lo que da más miedo es estar esperando y no poder hacer nada. Da mucho más miedo eso que salir a matar dragones.
Muchos días prefiero consolar y no que me consuelen, defender y no que me defiendan. Prefiero salir en vez de quedarme esperando a que vuelva alguien. Y aunque ya no siempre sea así, no sé, es que los chicos se han pasado la vida viéndose en todas partes como los que llevan el barco. He oído a pocos que digan: me encantaría quedarme aquí y que vinieran a salvarme.
No se trata de ser valiente. A lo mejor es incluso al revés. Porque lo que da más miedo es estar esperando y no poder hacer nada. Da mucho más miedo eso que salir a matar dragones.
10.18.2012
Hablar
Mi hermano a veces vuelve a casa, aunque ahora ya no trae sus Beatles ni
sus Stones, si no música más modernilla. Son grupos que no están mal.
En cambio, cuando sientes que vives en una sociedad de mierda, cuando
estás jodida y quieres romper cosas, entonces a mí estos tipos no tienen
mucho que decirme, y eso que algunas letras son aceptables, pero es la
música ¿sabes? Es una música con llave donde no lleguen nunca los añicos
de fuera, la furia de la electricidad, sino sólo sonidos domesticados,
pensados para el hueco que dejan en tu oído los auriculares pijos de un
iPod.
Porque hablar es decir algo, ¿no? La Oreja de Van Gogh no canta aunque cante, no tiene música ni letra ni nada dentro. Y hay veces que las personas tampoco hablan, aunque hablen.
Porque hablar es decir algo, ¿no? La Oreja de Van Gogh no canta aunque cante, no tiene música ni letra ni nada dentro. Y hay veces que las personas tampoco hablan, aunque hablen.
10.17.2012
¿Cómo se coloca todo bien?
Mi madre se fue de la habitación sin decir nada. Supongo que le hice
daño. Supongo que antes también había hecho daño a mi padre. ¿Cómo se
coloca todo bien? ¿Cómo lo consiguen las personas? Porque si te callas
demasiadas cosas, un día estallan o se pudren. Pero si las dices, haces
daño.
10.16.2012
10.13.2012
"El pez más grande del río es así porque no se deja pescar."
She said that the biggest fish in the river gets that way by never being caught.
"Dicen que cuando conoces al amor de tu vida, el tiempo se para...Y es
verdad. Lo que no dicen es que cuando vuelve a ponerse en marcha, se
mueve aún más rápidamente, para recuperar el tiempo perdido."
They say when you meet the love of your life, time stops, and that's
true. What they don't tell you is that when it starts again, it moves
extra fast to catch up.
" Éramos como desconocidos que se conocian muy bien."
"Hay momentos en los que un hombre tiene que luchar, y hay momentos en los que debe aceptar que ha perdido su destino, que el barco ha zarpado, que solo un iluso seguiría insistiendo... Pero lo cierto es que siempre he sido un iluso"
There's a time when a man needs to fight, and a time when he needs to
accept that his destiny is lost... the ship has sailed and only a fool
would continue. Truth is... I've always been a fool.
There comes a point when any reasonable man will swallow his pride and
admit he made a mistake. The truth is... I was never a reasonable man.
"La verdad es que toda la vida he tenido sed, nunca he sabido por qué."
- ¡Narcisos!
- Son tus flores favoritas.
- ¿Cómo has podido encontrar tantas?
- He llamado a todas las floristerías de cinco estados, les dije que era la única manera de que mi esposa se casara conmigo.
- ¡Ni siquiera me conoces!
- Tengo el resto de mi vida para conocerte.
A man tells his stories so many times that he becomes the stories. They live on after him, and in that way he becomes immortal.
10.11.2012
¿Estás en el círculo?
Había una vez un rey muy triste que tenía un sirviente, que como todo sirviente de rey triste, era muy feliz.
Todas las mañanas llegaba a traer el desayuno y despertar al rey contando y tarareando alegres canciones de juglares. Una gran sonrisa se dibujaba en su distendida cara y su actitud para con la vida era siempre serena y alegre.
Un día, el rey lo mandó a llamar.
—Paje –le dijo— ¿cuál es el secreto?
—¿Qué secreto, Majestad?
—¿Cuál es el secreto de tu alegría?
—No hay ningún secreto, Alteza.
—No me mientas, paje. He mandado a cortar cabezas por ofensas menores que una mentira.
—No le miento, Alteza, no guardo ningún secreto.
—¿Por qué estás siempre alegre y feliz? ¿eh? ¿por qué?
—Majestad, no tengo razones para estar triste. Su alteza me honra permitiéndome atenderlo. Tengo mi esposa y mis hijos viviendo en la casa que la corte nos ha asignado, somos vestidos y alimentados y además su Alteza me premia de vez en cuando con algunas monedas para darnos algunos gustos, ¿cómo no estar feliz?.
—Si no me dices ya mismo el secreto, te haré decapitar – dijo el rey—. Nadie puede ser feliz por esas razones que has dado.
—Pero, Majestad, no hay secreto. Nada me gustaría más que complacerlo, pero no hay nada que yo esté ocultando...
—Vete, ¡vete antes de que llame al verdugo!
El sirviente sonrió, hizo una reverencia y salió de la habitación.
El rey estaba como loco. No consiguió explicarse cómo el paje estaba feliz viviendo de prestado, usando ropa usada y alimentándose de las sobras de los cortesanos.
Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le contó su conversación de la mañana.
—¿Por qué él es feliz?
—Ah, Majestad, lo que sucede es que él está fuera del círculo.
—¿Fuera del círculo?
—Así es.
—¿Y eso es lo que lo hace feliz?
—No, Majestad, eso es lo que no lo hace infeliz.
—A ver si entiendo, estar en el círculo te hace infeliz.
—Así es.
—Y él no está.
—Así es.
—¿Y cómo salió?
—¡Nunca entró!
¿Qué círculo es ese?
—El círculo del 99.
—Verdaderamente, no entiendo nada.
—La única manera para que entendieras, sería mostrártelo en los hechos.
—¿Cómo?
—Haciendo entrar a tu paje en el círculo.
—Eso, obliguémoslo a entrar.
—No, Alteza, nadie puede obligar a nadie a entrar en el círculo.
—Entonces habrá que engañarlo.
—No hace falta, Su Majestad. Si le damos la oportunidad, él entrará, solito.
—¿Pero él no se dará cuenta de que eso es su infelicidad?
—Sí, se dará cuenta.
—Entonces no entrará.
—No lo podrá evitar.
—¿Dices que él se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en ese ridículo círculo, y de todos modos entrará en él y no podrá salir?
—Tal cual. Majestad, ¿estás dispuesto a perder un excelente sirviente para poder entender la estructura del círculo?
—Sí.
—Bien, esta noche te pasaré a buscar. Debes tener preparada una bolsa de cuero con 99 monedas de oro, ni una más ni una menos. ¡99!
—¿Qué más? ¿Llevo guardias por si acaso?
—Nada más que la bolsa de cuero. Majestad, hasta la noche.
—Hasta la noche.
Así fue. Esa noche, el sabio pasó a buscar al rey.
Juntos se escurrieron hasta los patios del palacio y se ocultaron junto a la casa del paje. Allí esperaron el alba.
Cuando dentro de la casa se encendió la primera vela, el hombre sabio agarró la bolsa y le pinchó un papel que decía:
ESTE TESORO ES TUYO.
ES EL PREMIO POR SER UN BUEN HOMBRE.
DISFRÚTALO Y NO CUENTES A NADIE CÓMO LO ENCONTRASTE.
Luego ató la bolsa con el papel en la puerta del sirviente, golpeó y volvió a esconderse.
Cuando el paje salió, el sabio y el rey espiaban desde atrás de unas matas lo que sucedía.
El sirviente vio la bolsa, leyó el papel, agitó la bolsa y al escuchar el sonido metálico se estremeció, apretó la bolsa contra el pecho, miró hacia todos lados y entró en su casa.
Desde afuera escucharon la tranca de la puerta, y se arrimaron a la ventana para ver la escena.
El sirviente había tirado todo lo que había sobre la mesa y dejado sólo la vela. Se había sentado y había vaciado el contenido en la mesa.
Sus ojos no podían creer lo que veían. ¡Era una montaña de monedas de oro!
Él, que nunca había tocado una de estas monedas, tenía hoy una montaña de ellas para él. El paje las tocaba y amontonaba, las acariciaba y hacía brillar la luz de la vela sobre ellas. Las juntaba y desparramaba, hacía pilas de monedas.
Así, jugando y jugando empezó a hacer pilas de 10 monedas:
Una pila de diez, dos pilas de diez, tres pilas, cuatro, cinco, seis... y mientras sumaba 10, 20, 30, 40, 50, 60... hasta que formó la última pila: ¡ 9 monedas!
Su mirada recorrió la mesa primero, buscando una moneda más. Luego el piso y finalmente la bolsa.
“No puede ser”, pensó. Puso la última pila al lado de las otras y confirmó que era más baja.
—Me robaron –gritó— ¡me robaron, malditos!
Una vez más buscó en la mesa, en el piso, en la bolsa, en sus ropas, vació sus bolsillos, corrió los muebles, pero no encontró lo que buscaba.
Sobre la mesa, como burlándose de él, una montañita resplandeciente le recordaba que había 99 monedas de oro “sólo 99”.
“99 monedas. Es mucho dinero”, pensó.
Pero me falta una moneda.
Noventa y nueve no es un número completo –pensaba—. Cien es un número completo pero noventa y nueve, no.
El rey y su asesor miraban por la ventana. La cara del paje ya no era la misma, estaba con el ceño fruncido y los rasgos tiesos, los ojos se habían vuelto pequeños y arrugados y la boca mostraba un horrible rictus, por el que asomaban sus dientes..El sirviente guardó las monedas en la bolsa y mirando para todos lados para ver si alguien de la casa lo veía, escondió la bolsa entre la leña. Luego tomó papel y pluma y se sentó a hacer cálculos.
¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar el sirviente para comprar su moneda número cien?
Todo el tiempo hablaba solo, en voz alta.
Estaba dispuesto a trabajar duro hasta conseguirla.
Después quizás no necesitara trabajar más.
Con cien monedas de oro, un hombre puede dejar de trabajar.
Con cien monedas un hombre es rico.
Con cien monedas se puede vivir tranquilo.
Sacó el cálculo. Si trabajaba y ahorraba su salario y algún dinero extra que recibía, en once o doce años juntaría lo necesario.
“Doce años es mucho tiempo”, pensó.
Quizás pudiera pedirle a su esposa que buscara trabajo en el pueblo por un tiempo. Y él mismo, después de todo, él terminaba su tarea en palacio a las cinco de la tarde, podría trabajar hasta la noche y recibir alguna paga extra por ello.
Sacó las cuentas: sumando su trabajo en el pueblo y el de su esposa, en siete años reuniría el dinero.
¡Era demasiado tiempo!
Quizás pudiera llevar al pueblo lo que quedaba de comida todas las noches y venderlo por unas monedas. De hecho, cuanto menos comieran, más comida habría para vender...Vender...Vender...
Estaba haciendo calor. ¿Para qué tanta ropa de invierno?
¿Para qué más de un par de zapatos?
Era un sacrificio, pero en cuatro años de sacrificios llegaría a su moneda cien.
El rey y el sabio, volvieron al palacio.
El paje había entrado en el círculo del 99...
...Durante los siguientes meses, el sirviente siguió sus planes tal como se le ocurrieron aquella noche.
Una mañana, el paje entró a la alcoba real golpeando las puertas, refunfuñando y de malas pulgas..
—¿Qué te pasa? –preguntó el rey de buen modo.
—Nada me pasa, nada me pasa.
—Antes, no hace mucho, reías y cantabas todo el tiempo.
—Hago mi trabajo, ¿no? ¿Qué querría su Alteza, que fuera su bufón y su juglar también?
No pasó mucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente.
No era agradable tener un paje que estuviera siempre de mal humor.
Jorge Bucay: Déjame que te cuente.
Todas las mañanas llegaba a traer el desayuno y despertar al rey contando y tarareando alegres canciones de juglares. Una gran sonrisa se dibujaba en su distendida cara y su actitud para con la vida era siempre serena y alegre.
Un día, el rey lo mandó a llamar.
—Paje –le dijo— ¿cuál es el secreto?
—¿Qué secreto, Majestad?
—¿Cuál es el secreto de tu alegría?
—No hay ningún secreto, Alteza.
—No me mientas, paje. He mandado a cortar cabezas por ofensas menores que una mentira.
—No le miento, Alteza, no guardo ningún secreto.
—¿Por qué estás siempre alegre y feliz? ¿eh? ¿por qué?
—Majestad, no tengo razones para estar triste. Su alteza me honra permitiéndome atenderlo. Tengo mi esposa y mis hijos viviendo en la casa que la corte nos ha asignado, somos vestidos y alimentados y además su Alteza me premia de vez en cuando con algunas monedas para darnos algunos gustos, ¿cómo no estar feliz?.
—Si no me dices ya mismo el secreto, te haré decapitar – dijo el rey—. Nadie puede ser feliz por esas razones que has dado.
—Pero, Majestad, no hay secreto. Nada me gustaría más que complacerlo, pero no hay nada que yo esté ocultando...
—Vete, ¡vete antes de que llame al verdugo!
El sirviente sonrió, hizo una reverencia y salió de la habitación.
El rey estaba como loco. No consiguió explicarse cómo el paje estaba feliz viviendo de prestado, usando ropa usada y alimentándose de las sobras de los cortesanos.
Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le contó su conversación de la mañana.
—¿Por qué él es feliz?
—Ah, Majestad, lo que sucede es que él está fuera del círculo.
—¿Fuera del círculo?
—Así es.
—¿Y eso es lo que lo hace feliz?
—No, Majestad, eso es lo que no lo hace infeliz.
—A ver si entiendo, estar en el círculo te hace infeliz.
—Así es.
—Y él no está.
—Así es.
—¿Y cómo salió?
—¡Nunca entró!
¿Qué círculo es ese?
—El círculo del 99.
—Verdaderamente, no entiendo nada.
—La única manera para que entendieras, sería mostrártelo en los hechos.
—¿Cómo?
—Haciendo entrar a tu paje en el círculo.
—Eso, obliguémoslo a entrar.
—No, Alteza, nadie puede obligar a nadie a entrar en el círculo.
—Entonces habrá que engañarlo.
—No hace falta, Su Majestad. Si le damos la oportunidad, él entrará, solito.
—¿Pero él no se dará cuenta de que eso es su infelicidad?
—Sí, se dará cuenta.
—Entonces no entrará.
—No lo podrá evitar.
—¿Dices que él se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en ese ridículo círculo, y de todos modos entrará en él y no podrá salir?
—Tal cual. Majestad, ¿estás dispuesto a perder un excelente sirviente para poder entender la estructura del círculo?
—Sí.
—Bien, esta noche te pasaré a buscar. Debes tener preparada una bolsa de cuero con 99 monedas de oro, ni una más ni una menos. ¡99!
—¿Qué más? ¿Llevo guardias por si acaso?
—Nada más que la bolsa de cuero. Majestad, hasta la noche.
—Hasta la noche.
Así fue. Esa noche, el sabio pasó a buscar al rey.
Juntos se escurrieron hasta los patios del palacio y se ocultaron junto a la casa del paje. Allí esperaron el alba.
Cuando dentro de la casa se encendió la primera vela, el hombre sabio agarró la bolsa y le pinchó un papel que decía:
ESTE TESORO ES TUYO.
ES EL PREMIO POR SER UN BUEN HOMBRE.
DISFRÚTALO Y NO CUENTES A NADIE CÓMO LO ENCONTRASTE.
Luego ató la bolsa con el papel en la puerta del sirviente, golpeó y volvió a esconderse.
Cuando el paje salió, el sabio y el rey espiaban desde atrás de unas matas lo que sucedía.
El sirviente vio la bolsa, leyó el papel, agitó la bolsa y al escuchar el sonido metálico se estremeció, apretó la bolsa contra el pecho, miró hacia todos lados y entró en su casa.
Desde afuera escucharon la tranca de la puerta, y se arrimaron a la ventana para ver la escena.
El sirviente había tirado todo lo que había sobre la mesa y dejado sólo la vela. Se había sentado y había vaciado el contenido en la mesa.
Sus ojos no podían creer lo que veían. ¡Era una montaña de monedas de oro!
Él, que nunca había tocado una de estas monedas, tenía hoy una montaña de ellas para él. El paje las tocaba y amontonaba, las acariciaba y hacía brillar la luz de la vela sobre ellas. Las juntaba y desparramaba, hacía pilas de monedas.
Así, jugando y jugando empezó a hacer pilas de 10 monedas:
Una pila de diez, dos pilas de diez, tres pilas, cuatro, cinco, seis... y mientras sumaba 10, 20, 30, 40, 50, 60... hasta que formó la última pila: ¡ 9 monedas!
Su mirada recorrió la mesa primero, buscando una moneda más. Luego el piso y finalmente la bolsa.
“No puede ser”, pensó. Puso la última pila al lado de las otras y confirmó que era más baja.
—Me robaron –gritó— ¡me robaron, malditos!
Una vez más buscó en la mesa, en el piso, en la bolsa, en sus ropas, vació sus bolsillos, corrió los muebles, pero no encontró lo que buscaba.
Sobre la mesa, como burlándose de él, una montañita resplandeciente le recordaba que había 99 monedas de oro “sólo 99”.
“99 monedas. Es mucho dinero”, pensó.
Pero me falta una moneda.
Noventa y nueve no es un número completo –pensaba—. Cien es un número completo pero noventa y nueve, no.
El rey y su asesor miraban por la ventana. La cara del paje ya no era la misma, estaba con el ceño fruncido y los rasgos tiesos, los ojos se habían vuelto pequeños y arrugados y la boca mostraba un horrible rictus, por el que asomaban sus dientes..El sirviente guardó las monedas en la bolsa y mirando para todos lados para ver si alguien de la casa lo veía, escondió la bolsa entre la leña. Luego tomó papel y pluma y se sentó a hacer cálculos.
¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar el sirviente para comprar su moneda número cien?
Todo el tiempo hablaba solo, en voz alta.
Estaba dispuesto a trabajar duro hasta conseguirla.
Después quizás no necesitara trabajar más.
Con cien monedas de oro, un hombre puede dejar de trabajar.
Con cien monedas un hombre es rico.
Con cien monedas se puede vivir tranquilo.
Sacó el cálculo. Si trabajaba y ahorraba su salario y algún dinero extra que recibía, en once o doce años juntaría lo necesario.
“Doce años es mucho tiempo”, pensó.
Quizás pudiera pedirle a su esposa que buscara trabajo en el pueblo por un tiempo. Y él mismo, después de todo, él terminaba su tarea en palacio a las cinco de la tarde, podría trabajar hasta la noche y recibir alguna paga extra por ello.
Sacó las cuentas: sumando su trabajo en el pueblo y el de su esposa, en siete años reuniría el dinero.
¡Era demasiado tiempo!
Quizás pudiera llevar al pueblo lo que quedaba de comida todas las noches y venderlo por unas monedas. De hecho, cuanto menos comieran, más comida habría para vender...Vender...Vender...
Estaba haciendo calor. ¿Para qué tanta ropa de invierno?
¿Para qué más de un par de zapatos?
Era un sacrificio, pero en cuatro años de sacrificios llegaría a su moneda cien.
El rey y el sabio, volvieron al palacio.
El paje había entrado en el círculo del 99...
...Durante los siguientes meses, el sirviente siguió sus planes tal como se le ocurrieron aquella noche.
Una mañana, el paje entró a la alcoba real golpeando las puertas, refunfuñando y de malas pulgas..
—¿Qué te pasa? –preguntó el rey de buen modo.
—Nada me pasa, nada me pasa.
—Antes, no hace mucho, reías y cantabas todo el tiempo.
—Hago mi trabajo, ¿no? ¿Qué querría su Alteza, que fuera su bufón y su juglar también?
No pasó mucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente.
No era agradable tener un paje que estuviera siempre de mal humor.
Tú, yo y todos nosotros hemos sido educados en esta estúpida ideología. Siempre nos falta algo para estar satisfechos, y sólo satisfecho se puede gozar de lo que se tiene.
Por lo tanto, hemos aprendido que la felicidad llegará cuando completemos lo que nos falta...
Y como siempre nos falta algo, la idea veulve al principio y nunca se puede gozar de la vida...
Pero ¡ojo!. Reconocer que en noventa y nueve hay un tesoro, no significa que debas abandonar tus objetivos. No quiere decir que tengas que conformarte con cualquier cosa.
Porque aceptar es una cosa y resignarse es otra.
Pero eso es parte de otro cuento...
Jorge Bucay: Déjame que te cuente.
10.09.2012
Qu'on allait devoir faire ces jeux absurdes
Estaba completamente sola en el mundo. No tenía a nadie. Nadie en el
mundo entero a quien le importara si vivía o moría. A veces, el horror
de esa idea amenazaba con superarla y hundirla en una oscuridad sin
fondo de la que no regresaría. Si no le importas a nadie en el mundo, ¿existes realmente?
Cazadores de Sombras, Los Orígenes
Cassandra Clare
Cazadores de Sombras, Los Orígenes
Cassandra Clare
10.08.2012
LORD ILLINGWORTH.- ¡Le aseguro a usted que hace un cuarto de hora que no he pensado en lady Stutfield!
MISTRESS ALLONBY.- ¿Constituye ella entonces tan gran misterio?
LORD ILLINGWORTH.- Es más que un misterio... es una moda.
MISTRESS ALLONBY.- Las modas no duran.
LORD ILLINGWORTH.- Ése es su principal encanto. (Entran ESTER y GERARDO.)
GERARDO.- Lord Illingworth, me ha felicitado todo el mundo, lady Hunstanton y lady Carolina, y... todos. Espero ser un buen secretario.
LORD ILLINGWORTH.- Será usted el secretario modelo, Gerardo. (Habla con él.)
MISTRESS ALLONBY.- ¿Le gusta a usted la vida de campo, miss Worsley?
ESTER.- Sí, mucho.
MISTRESS ALLONBY.- ¿No siente usted deseo de asistir a una comida de sociedad en Londres?
ESTER.- Detesto las comidas de sociedad en Londres.
MISTRESS ALLONBY.- Yo las adoro. La gente inteligente no escucha nunca y la gente estúpida no habla jamás.
ESTER.- Encuentro que la gente estúpida habla mucho.
MISTRESS ALLONBY.- ¡Ah! ¡Yo no escucho jamás!
UNA MUJER SIN IMPORTANCIA - Oscar Wilde
MISTRESS ALLONBY.- Lord Illingworth, hay una cosa por la cual me agradará usted siempre.
LORD ILLINGWORTH.- ¿Sólo una? ¡Y yo que tengo tantas malas cualidades!
MISTRESS ALLONBY.- ¡Ah! ¡No presuma de ellas demasiado! Puede usted perderlas al envejecer.
LORD ILLINGWORTH.- Confío en no envejecer jamás. El alma nace vieja, pero va rejuveneciéndose. Esta es la comedia de la vida.
MISTRESS ALLONBY.- Y el cuerpo nace joven y envejece. Esta es la tragedia de la vida.
LORD ILLINGWORTH.- También es a veces la comedia. ¿Pero cuál es esa misteriosa razón por la que le agradaré a usted siempre?
MISTRESS ALLONBY.- Pues, porque no me ha hecho usted nunca el amor.
LORD ILLINGWORTH.- ¡Pero si no he hecho nunca otra cosa!
MISTRESS ALLONBY.- ¿Sí? No lo había notado.
LORD ILLINGWORTH.- ¡Qué suerte! Hubiera podido ser una tragedia para ambos.
MISTRESS ALLONBY.- Habríamos sobrevivido los dos a ella.
LORD ILLINGWORTH.- En nuestro tiempo se puede sobrevivir a todo, excepto a la muerte, y soportarlo todo menos una buena reputación.
MISTRESS ALLONBY.- ¿Ha probado usted a hacerse una buena reputación?
LORD ILLINGWORTH.- Es uno de los inconvenientes que no he tenido nunca que soportar.
MISTRESS ALLONBY.- ¿Constituye ella entonces tan gran misterio?
LORD ILLINGWORTH.- Es más que un misterio... es una moda.
MISTRESS ALLONBY.- Las modas no duran.
LORD ILLINGWORTH.- Ése es su principal encanto. (Entran ESTER y GERARDO.)
GERARDO.- Lord Illingworth, me ha felicitado todo el mundo, lady Hunstanton y lady Carolina, y... todos. Espero ser un buen secretario.
LORD ILLINGWORTH.- Será usted el secretario modelo, Gerardo. (Habla con él.)
MISTRESS ALLONBY.- ¿Le gusta a usted la vida de campo, miss Worsley?
ESTER.- Sí, mucho.
MISTRESS ALLONBY.- ¿No siente usted deseo de asistir a una comida de sociedad en Londres?
ESTER.- Detesto las comidas de sociedad en Londres.
MISTRESS ALLONBY.- Yo las adoro. La gente inteligente no escucha nunca y la gente estúpida no habla jamás.
ESTER.- Encuentro que la gente estúpida habla mucho.
MISTRESS ALLONBY.- ¡Ah! ¡Yo no escucho jamás!
UNA MUJER SIN IMPORTANCIA - Oscar Wilde
MISTRESS ALLONBY.- Lord Illingworth, hay una cosa por la cual me agradará usted siempre.
LORD ILLINGWORTH.- ¿Sólo una? ¡Y yo que tengo tantas malas cualidades!
MISTRESS ALLONBY.- ¡Ah! ¡No presuma de ellas demasiado! Puede usted perderlas al envejecer.
LORD ILLINGWORTH.- Confío en no envejecer jamás. El alma nace vieja, pero va rejuveneciéndose. Esta es la comedia de la vida.
MISTRESS ALLONBY.- Y el cuerpo nace joven y envejece. Esta es la tragedia de la vida.
LORD ILLINGWORTH.- También es a veces la comedia. ¿Pero cuál es esa misteriosa razón por la que le agradaré a usted siempre?
MISTRESS ALLONBY.- Pues, porque no me ha hecho usted nunca el amor.
LORD ILLINGWORTH.- ¡Pero si no he hecho nunca otra cosa!
MISTRESS ALLONBY.- ¿Sí? No lo había notado.
LORD ILLINGWORTH.- ¡Qué suerte! Hubiera podido ser una tragedia para ambos.
MISTRESS ALLONBY.- Habríamos sobrevivido los dos a ella.
LORD ILLINGWORTH.- En nuestro tiempo se puede sobrevivir a todo, excepto a la muerte, y soportarlo todo menos una buena reputación.
MISTRESS ALLONBY.- ¿Ha probado usted a hacerse una buena reputación?
LORD ILLINGWORTH.- Es uno de los inconvenientes que no he tenido nunca que soportar.
10.06.2012
Impulsos
''Resiste siempre el primer impulso; suele ser generoso''
-La mano izquierda de Dios, Paul Hoffman.
10.05.2012
Manías
Aquel viernes salí de la biblioteca y estuve vagando. Tipo taxi,
exactamente, pero todavía más a la deriva que un taxi, porque yo ni
siquiera tenía la obligación de buscar un pasajero. Una hora es un mundo
cuando has salido de casa y no has quedado con nadie. Te pones andar.
Luego me fui al banco de una parada de autobús. Porque en un banco
normal, de noche, sola, la gente te molesta. Te mira. Tienes que
disimular y sacar el móvil como si quisieras saber la hora o esperaras
un sms. En la
parada del autobús, en cambio, todo el mundo cree saber por qué estás
ahí. No tienen ni idea, claro. Luego llega el autobús, ellos se suben,
tú te quedas y se creen que te quedas esperando un autobús distinto.
Respuesta incorrecta
Sigues ahí, llegan los nuevos, te miran sin tener idea de que llevas ya veinticinco minutos. Tampoco se dan cuenta de que les miras mucho más que ellos a tí. Les miras más porque no esperas. O sea, que no estás esperando, sino mirándoles. Toda esa música quejosa está hecha por gente que tiene que hacer algo y, en los ratos libres, como que les da por escribir una canción. Yo no tengo nada que hacer: ¿aprobar, estudiar, poner la mesa, recoger mi cuarto? Puede. Pero supongo que sabes lo que quiero decir. Yo no estaba en esa parada de autobús dejando de recoger mi cuarto o dejando de estudiar. Yo estaba mirando a los tipos que subían y a los que bajaban y a los que se sentaban a mi lado a esperar. ¿Ves a lo que me refiero? Los adultos, por lo menos los que yo conozco, siempre parece que cuando hacen algo, están dejando de hacer otra cosa.
Deseo de ser Punk - Belén Gopegui
Sigues ahí, llegan los nuevos, te miran sin tener idea de que llevas ya veinticinco minutos. Tampoco se dan cuenta de que les miras mucho más que ellos a tí. Les miras más porque no esperas. O sea, que no estás esperando, sino mirándoles. Toda esa música quejosa está hecha por gente que tiene que hacer algo y, en los ratos libres, como que les da por escribir una canción. Yo no tengo nada que hacer: ¿aprobar, estudiar, poner la mesa, recoger mi cuarto? Puede. Pero supongo que sabes lo que quiero decir. Yo no estaba en esa parada de autobús dejando de recoger mi cuarto o dejando de estudiar. Yo estaba mirando a los tipos que subían y a los que bajaban y a los que se sentaban a mi lado a esperar. ¿Ves a lo que me refiero? Los adultos, por lo menos los que yo conozco, siempre parece que cuando hacen algo, están dejando de hacer otra cosa.
Deseo de ser Punk - Belén Gopegui
10.04.2012
El síndrome del zapato dos números más pequeño
Antes que ninguna otra cosa es preciso desactivar una trampa que nos
pusieron cuando éramos así de chiquititos. Esta trampa es una idea tan
arraigada en nosotros, que forma parte de esta cultura explícita e
implícitamente:
“Sólo se valora lo que se consigue con esfuerzo.”
Como dirían los americanos, esto es bullshit. Cualquiera puede darse cuenta de que esto no es cierto, y sin embargo, estructuramos nuestra vida como si fuera una verdad incuestionable. Hace algunos años “describí” un síndrome clínico, que aunque no está registrado en los tratados médicos ni psicológicos, ha sido padecido, o lo es todavía, por todos nosotros. Decidí llamarlo, ya vas a ver por qué: El síndrome del zapato dos números más chico. Te cuento...
El hombre entra en la zapatería, un vendedor amable se le acerca:
— ¿En qué lo puedo servir, señor?
— Quisiera un par de zapatos negros como los del escaparate.
— Cómo no, señor. A ver, a ver... el número que busca... debe ser... 41, ¿verdad?
— No, quiero un 39, por favor.
— Disculpe, señor, hace veinte años que trabajo en esto y el número suyo debe ser 41, quizás 40, pero... ¿39?
— 39 por favor.
— Disculpe, ¿me permite que le mida el pie?
— Mida lo que quiera, pero yo quiero un par de zapatos 39.
El vendedor saca de un cajón ese extraño aparato que usan los vendedores de zapatos para medir pies y con satisfacción, proclama:
— ¿Vio? Como yo decía: ¡41!
— Dígame ¿quién va a pagar los zapatos usted o yo?
— Usted.
— Bien, entonces ¿me trae un 39?
El vendedor, entre resignado y sorprendido, va a buscar el par de zapatos número 39. En el camino se da cuenta de lo que pasa: los zapatos no son para él, seguramente son para hacer un regalo.
— Señor, aquí los tiene: 39 negros.
— ¿Me da un calzador?
— ¿Se los va a poner?
— Sí. Claro.
— Son... ¿para usted?
— ¡Sí! ¿Me trae el calzador?
El calzador era imprescindible para conseguir hacer entrar ESE pie en ESE zapato. Después de varios intentos y de ridículas posiciones, el cliente consigue meter todo el pie dentro del zapato. Entre ayes y gruñidos camina algunos pasos, con dificultad, sobre la alfombra.
— Está bien. Me los llevo.
El vendedor siente dolor en sus propios pies de sólo imaginar los dedos aplastados dentro del 39. —¿Se los envuelvo?
— No, gracias. Los llevo puestos.
El cliente sale del negocio y camina, como puede, las tres calles que lo separan de su trabajo. El hombre trabaja de cajero en un banco. A las cuatro de la tarde, después de haber pasado más de seis horas parado dentro de esos zapatos, su cara está desencajada, tiene las conjuntivas inyectadas y lágrimas caen copiosamente de sus ojos. Su compañero, de la caja de al lado, lo ha estado mirando toda la tarde y está preocupado por él:
— ¿Qué te pasa? ¿Te sientes mal?
— No. Son los zapatos.
— ¿Qué pasa con los zapatos?
— Me aprietan.
— ¿Qué pasó? ¿Se mojaron?
— No, son dos números más chicos que mi pie...
— ¿De quién son?
— Míos.
— No entiendo. ¿No te duelen los pies?
— Me matan los pies.
— ¿Y entonces?
— Te explico –dice, tragando saliva—. Yo no vivo una vida de grandes satisfacciones, en realidad, en los últimos tiempos tengo muy pocos momentos agradables.
— ¿Y?
—Yo me mato con estos zapatos. Sufro como un hijo de puta, es verdad... Pero dentro de unas horas, cuando llegue a mi casa y me los quite... ¿Te imaginas el placer?... Qué placer, Dios... ¡Qué placer!
—Parece una locura, ¿verdad? Lo es, Demían, LO ES.
Esta es en gran medida nuestra pauta educativa. Yo creo que mi postura es también un extremo. Sin embargo, vale la pena probarla como si fuera un saco, a ver cómo nos queda. Yo creo que no hay nada verdaderamente valioso que se pueda obtener con el esfuerzo.
...Me fui pensando en su última frase, grosera y contundente:
Jorge Bucay - Déjame que te cuente
“Sólo se valora lo que se consigue con esfuerzo.”
Como dirían los americanos, esto es bullshit. Cualquiera puede darse cuenta de que esto no es cierto, y sin embargo, estructuramos nuestra vida como si fuera una verdad incuestionable. Hace algunos años “describí” un síndrome clínico, que aunque no está registrado en los tratados médicos ni psicológicos, ha sido padecido, o lo es todavía, por todos nosotros. Decidí llamarlo, ya vas a ver por qué: El síndrome del zapato dos números más chico. Te cuento...
El hombre entra en la zapatería, un vendedor amable se le acerca:
— ¿En qué lo puedo servir, señor?
— Quisiera un par de zapatos negros como los del escaparate.
— Cómo no, señor. A ver, a ver... el número que busca... debe ser... 41, ¿verdad?
— No, quiero un 39, por favor.
— Disculpe, señor, hace veinte años que trabajo en esto y el número suyo debe ser 41, quizás 40, pero... ¿39?
— 39 por favor.
— Disculpe, ¿me permite que le mida el pie?
— Mida lo que quiera, pero yo quiero un par de zapatos 39.
El vendedor saca de un cajón ese extraño aparato que usan los vendedores de zapatos para medir pies y con satisfacción, proclama:
— ¿Vio? Como yo decía: ¡41!
— Dígame ¿quién va a pagar los zapatos usted o yo?
— Usted.
— Bien, entonces ¿me trae un 39?
El vendedor, entre resignado y sorprendido, va a buscar el par de zapatos número 39. En el camino se da cuenta de lo que pasa: los zapatos no son para él, seguramente son para hacer un regalo.
— Señor, aquí los tiene: 39 negros.
— ¿Me da un calzador?
— ¿Se los va a poner?
— Sí. Claro.
— Son... ¿para usted?
— ¡Sí! ¿Me trae el calzador?
El calzador era imprescindible para conseguir hacer entrar ESE pie en ESE zapato. Después de varios intentos y de ridículas posiciones, el cliente consigue meter todo el pie dentro del zapato. Entre ayes y gruñidos camina algunos pasos, con dificultad, sobre la alfombra.
— Está bien. Me los llevo.
El vendedor siente dolor en sus propios pies de sólo imaginar los dedos aplastados dentro del 39. —¿Se los envuelvo?
— No, gracias. Los llevo puestos.
El cliente sale del negocio y camina, como puede, las tres calles que lo separan de su trabajo. El hombre trabaja de cajero en un banco. A las cuatro de la tarde, después de haber pasado más de seis horas parado dentro de esos zapatos, su cara está desencajada, tiene las conjuntivas inyectadas y lágrimas caen copiosamente de sus ojos. Su compañero, de la caja de al lado, lo ha estado mirando toda la tarde y está preocupado por él:
— ¿Qué te pasa? ¿Te sientes mal?
— No. Son los zapatos.
— ¿Qué pasa con los zapatos?
— Me aprietan.
— ¿Qué pasó? ¿Se mojaron?
— No, son dos números más chicos que mi pie...
— ¿De quién son?
— Míos.
— No entiendo. ¿No te duelen los pies?
— Me matan los pies.
— ¿Y entonces?
— Te explico –dice, tragando saliva—. Yo no vivo una vida de grandes satisfacciones, en realidad, en los últimos tiempos tengo muy pocos momentos agradables.
— ¿Y?
—Yo me mato con estos zapatos. Sufro como un hijo de puta, es verdad... Pero dentro de unas horas, cuando llegue a mi casa y me los quite... ¿Te imaginas el placer?... Qué placer, Dios... ¡Qué placer!
—Parece una locura, ¿verdad? Lo es, Demían, LO ES.
Esta es en gran medida nuestra pauta educativa. Yo creo que mi postura es también un extremo. Sin embargo, vale la pena probarla como si fuera un saco, a ver cómo nos queda. Yo creo que no hay nada verdaderamente valioso que se pueda obtener con el esfuerzo.
...Me fui pensando en su última frase, grosera y contundente:
EL ESFUERZO, PARA EL ESTREÑIMIENTO.
Jorge Bucay - Déjame que te cuente
10.03.2012
[...] Y recordarme continuamente que sigo siendo humano, que todavía me
pongo nervioso al conocer a alguien, al entablar una conversación, un
tira y afloja, al empezar a sentir algo que ni yo soy capaz de definir,
que a pesar de todos los errores todavía tiendo a esconderme cuando
tengo miedo y que, aunque intente crecer, sigo soñando que mi vida es
una gran metáfora. Una metáfora que desea salir a la superficie.
Deja que ocurra. Olvida tus miedos y confía en mi. Tan solo toma mi mano y ven conmigo. Divirtámonos, comámonos un helado, no pongas nombre a lo que somos, ni fronteras, deja que ocurra, deja que tu corazón te guíe, y olvida por un día a esa estúpida parte de nosotros llamada conciencia.
De un desconocido
Deja que ocurra. Olvida tus miedos y confía en mi. Tan solo toma mi mano y ven conmigo. Divirtámonos, comámonos un helado, no pongas nombre a lo que somos, ni fronteras, deja que ocurra, deja que tu corazón te guíe, y olvida por un día a esa estúpida parte de nosotros llamada conciencia.
De un desconocido
10.01.2012
La cuestión es quién manda aquí.
—Aquí tienes una gloria.
—No sé qué quiere usted decir con una gloria —dijo Alicia.
— Por supuesto que no lo sabes…, a menos que yo te lo diga. He querido decir: «Aquí tienes un argumento bien apabullante».
— ¡Pero gloria no significa «argumento bien apabullante»!
— Cuando yo uso una palabra, esa palabra significa exactamente lo que yo decido que signifique…, ni más ni menos.
— La cuestión es si uno puede hacer que las palabras signifiquen cosas tan diferentes.
— La cuestión es, simplemente, quién manda aquí.
Alicia a través del espejo - Lewis Carroll
—No sé qué quiere usted decir con una gloria —dijo Alicia.
— Por supuesto que no lo sabes…, a menos que yo te lo diga. He querido decir: «Aquí tienes un argumento bien apabullante».
— ¡Pero gloria no significa «argumento bien apabullante»!
— Cuando yo uso una palabra, esa palabra significa exactamente lo que yo decido que signifique…, ni más ni menos.
— La cuestión es si uno puede hacer que las palabras signifiquen cosas tan diferentes.
— La cuestión es, simplemente, quién manda aquí.
Alicia a través del espejo - Lewis Carroll
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